Esta ficha didáctica,
pensada para la asignatura de Psicología para actores, no pretende
ser más que una guía para agarrar ciertos conceptos, abstractos y
escurridizos muchas veces, otras complicados y equívocos. Con esto
quiero avisar, antes de empezar con el texto, de que es posible que
haya “spoilers” (no me preocupa mucho eso, ya que es una película
de 1977, que además está basada en una obra de teatro anterior), y
lo más importante, si lees esto por casualidad o no has asistido a
las clases: puede que haya palabras raras que no se definen, otras
que sí, y algunas están usadas de forma más o menos coloquial, y
además aposta.
La primera vez que vi
esta película puedo decir que “flipé en varios colores”. En
primer lugar, desde una perspectiva psicológica, se me plateaba una
cuestión muy interesante, que es cómo Martin (Richard Burton)
establece una relación muy especial con Alan (Peter Firth), o sea,
que la película tiene una carga muy importante del punto de vista
del psicólogo, no en su “diagnóstico” -en ver qué le pasa al
muchacho-, sino en lo que el chico provoca en él. Esto es, la
contratransferencia, como la llaman los psicoanalistas. En segundo
lugar, me ayudó a colocar en imágenes algunos conceptos que
intentaré transmitir en el presente artículo. Aunque probablemente
mi análisis, por ser fruto de un proceso personal, sea incompleto,
espero que sirva para ilustrar algunos términos directamente en
relación con las artes escénicas. Haciendo una especie de
“ingeniería inversa” en el campo de la psicología, espero poder
partir de un “análisis” desde un punto de vista “psicológico”
para ir caminando por los procesos que llevan a lo que hemos podido
ver.
El personaje de Martin
nos cuenta su propio proceso, con unos monólogos en los que,
implacablemente, narra cómo un proceso terapéutico le ha llevado al
límite, que es donde se encuentra en el momento actual -el inicio de
la película-.
Nos da información
íntima, tanto del proceso terapéutico como del suyo interior
(aunque en la realidad la línea que los diferencia es muy fina y, a
veces, borrosa), de la contratransferencia. Nos pone en su lugar, y
parece que él es nuestro paciente -de hecho, en la película, hay un
momento en que él mismo se coloca en el lugar del paciente y el
paciente en su sillón-.
Casi al principio de la
película, tres días después del primer encuentro con el chaval,
nos cuenta un sueño, en que él es un Sumo Sacerdote, en la
explanada de Argos (la reconoce por el suelo rojo), con una máscara
de oro de Agamenón, que sacrifica niños. En el sueño de angustia
-cuando el yo no puede reprimir esa angustia y necesita dejar que
esta aflore-, al llegar a lo manifiesto1
del sueño, despertamos. Esto es lo que le ocurre a Martin: cuando la
angustia llega a ser intolerable porque va a hacerse manifiesta,
despierta. La manera en que va incrementándose la angustia, con su
sensorial asociado, es un proceso que, de forma preciosa y gráfica,
nos da el texto: al principio, el sueño parece estar centrado en su
narcisismo, en lo bueno que es como sumo sacerdote (o sea,
psiquiatra), pero esta concepción de sí mismo está funcionando
como una defensa ante el objeto de su angustia dentro del sueño.
Cuando esta angustia pugna por aparecerse ante él, la única defensa
es despertar, justo antes de ver cara a cara el objeto de esa
angustia: “[...] Es obvio que soy el sacerdote supremo, mi
habilidad con el cuchillo me ha llevado a donde estoy. El problema es
que, sin que el resto lo sepa, empiezo a sentir náuseas que se
agravan con cada víctima. Empiezo a ponerme lívido bajo la máscara.
Intensifico mis esfuerzos, corto y rajo con toda mi alma, porque sé
que si los ayudantes se dan cuenta de mi angustia y de que dudo de la
utilidad de ese ritual asqueroso y apestoso, seré el siguiente sobre
la roca. Entonces la máscara empieza a escurrirse. Los ayudantes se
giran y la miran. Sus ojos saltones se llenan de sangre, me quitan el
cuchillo de la mano y... me despierto”.
Este sueño de angustia
nos cuenta, de forma simbólica, cuál es el conflicto que tiene
Martin consigo mismo a lo largo del filme.
El encuentro con Equus (a
través de Alan), provoca en él que se dé cuenta de que tiene su
vida montada de una forma que quizá no sea la mejor para él. No es
feliz en absoluto y se evade de su vida en el aquí y el ahora
mediante sus fantasías con las viejas civilizaciones mediterráneas,
con sus antiguos dioses y mitos.
Segunda y tercera parte del artículo dedicado a Equus.
ESCRITO POR RAÚL PÉREZ, PROFESOR DE PSICOLOGÍA PARA ACTORES DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN TEATRAL LA MANADA
Segunda y tercera parte del artículo dedicado a Equus.
ESCRITO POR RAÚL PÉREZ, PROFESOR DE PSICOLOGÍA PARA ACTORES DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN TEATRAL LA MANADA
1Lo
que podemos recordar del sueño. Se contrapone a lo latente, que es
el significado, o los significados, más bien, que subyacen al
mismo.
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